lunes, 11 de febrero de 2013

Capítulo 22.



Hoy, por fin era sábado.

Me había despertado relativamente temprano para ser un sábado, pero es que apenas pude dormir la noche pasada, en mi estómago revoloteaban miles de mariposas queriendo atravesarme.

Ya había comido y ahora me estaba recompensando con un merecido baño. Me sentía demasiado cansada después del día de ayer. Me había pasado todo el rato intentando evitar ver a Harry, poniendo excusas a cada momento que se le ocurría alguna idea para poder verme. Llevaba sin verlo desde el jueves, cuando estuvo en casa. Me mordí el labio al recordar que me había visto simplemente con una toalla tapando mi cuerpo, que vergüenza.

Ayer fue un día difícil, pero conseguí arreglar todo para mi plan de esta tarde para mantener a Harry fuera de casa. Él tampoco sabía que iba a pasarse el día conmigo, pero me encantaba que así fuera, ya era hora de sorprenderle yo a él.

Salí del baño envuelta en una toalla y abrí el armario, buscando la mochila vieja que vagamente recordaba aún. Tuve que apartar un par de cajas, pero la encontré. Un vacío se formó en mi estómago. Tragué saliva y me animé a mí misma.

Cuando estuve arreglada completamente, cogí el abrigo más largo que tenía y abroché hasta el último botón. Cogí la cajita de color rojo con el lazo blanco alrededor y la guardé en el bolsillo.


Después de un trayecto en taxi, estaba ya enfrente de la casa de Harry y Louis. Me armé de valor, que realmente sería lo que necesitaría durante todo el día y toqué el timbre.


H


Al salir de la ducha me puse unos pantalones de pijama largos y una camiseta blanca, ya que no tenía pensado salir de casa en todo el día. Me tumbé en la cama y encendí la televisión.

Estaba a punto de quedarme dormido cuando sonó el timbre. Me ahorré el bajar a abrir, Louis lo haría, el timbre dejó de sonar por lo que supuse que ya había abierto la puerta.
Después de unos minutos de silencio escuché a Louis gritar mi nombre desde la entrada.

- ¡¿Qué pasa?! – alcé la voz para que me escuchara.
- ¡Baja!

Gruñí para mis adentros y me levanté. Desde que me desperté no había bajado, ya que Louis llevaba un par de días insoportable y siempre acababa viniendo a la habitación porque me echaba.

Al llegar al final de la escalera mis ojos se abrieron completamente acompañados de una sonrisa.

- Kelly.
- Hola Harry. – desvié una mirada por su cuerpo, de pies a cabeza; llevaba sus Converse negras, un abrigo que le llegaba por las rodillas del mismo color y llevaba el pelo completamente recogido en dos trenzas a forma de diadema. Fruncí el ceño.
- ¿Qué haces así vestida? – dejó sonar una pequeña risita nerviosa que me pareció tremendamente adorable.
- Quiero llevarte a un sitio. – ahora fue ella quien me miró de abajo arriba. – Pero no puedes venir así vestido. Sube y cámbiate. Abrígate, por favor.
- ¿Abrigarme?
- Eso es lo que ella dijo, Hazza. – Louis posó una mano en mi hombro.
- Venga, date prisa. – Kelly me sonrió con impaciencia.
- Está bien, está bien. Ahora vengo.

Subí de nuevo, no sin antes pararme en el rellano del piso de arriba mirando hacia abajo donde Kelly hablaba ahora con Louis, que extraño todo. Sacudí mi cabeza y entré en la habitación.

Me puse unos vaqueros, una camiseta negra, y cogí el abrigo negro también. Bajé de nuevo las escaleras, y cuando Kelly y Louis me vieron llegar detuvieron la conversación susurrada que estaban teniendo.

- ¿Así voy bien? – abrí los brazos para que viera mi look completo.
- Ven aquí. – Kelly, me cogió por el cuello del abrigo y me acercó a ella. Pensaba que me iba a besar, pero comenzó a abrochar cada botón del abrigo, hasta llegar a mi cuello, donde terminaban. - ¿Tienes una bufanda? – señalé al perchero donde había una bufanda negra, la cogió y me rodeó con ella poniéndola en su lugar correctamente.
- ¿Suficiente abrigado señorita Lodge? – ella sonrió negando con la cabeza.
- Suficiente abrigado, señor Styles.
- ¿Nos vamos entonces?
- Nos vamos. Adiós Lou. – se despidió. No me había dado cuenta de que Louis seguía ahí.
- Adiós Kelly. Adiós Hazza, compórtate eh. – me revolvió el pelo y yo me lo volví a poner en su lugar, molesto.
- Adiós, Tommo.

Al salir me sorprendí de ver un taxi esperándonos en la entrada. Caminamos hasta este, abrí la puerta para que Kelly entrara y luego lo hice yo. El coche se puso en marcha.

- No le has dicho a donde vamos, en cambio conduce con rumbo. – junté mis cejas.
- Sabe a donde vamos, quien no lo sabe eres tú.
- Si me lo hubieras dicho, podría haber conducido yo.
- No, porque estropearías la sorpresa…Y hablando de sorpresas…- Kelly metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó un antifaz de esos que se utilizan para dormir de color rosa. – Me temo que voy a tener que taparte los ojos.
- ¿Eso es necesario?
- Muy necesario.
- Entonces hazlo.

Se acercó un poco, pero la cogí de la cintura e hice que se cayera sobre mí.

- ¡Harry!
- ¿Qué pasa, nena? – me reí.
- Quédate quieto.

Estiró la gomita del antifaz y la deslizó sobre mi cabeza.

- Bueno, ahora comprobemos si ves algo. – hizo una pequeña pausa. - ¿Cuántos dedos hay aquí? – supuse que tenía el número de dedos elegidos por ella delante de mis ojos.
- Cuarenta y cinco. – me pegó un pequeño puñetazo en el hombro. - ¡Au! – fingí dolor posando la mano sobre el hombro en el que me había pegado.
- Incluso con todos los dedos de mis manos y pies juntos, jamás tendría cuarenta y cinco.
- Al menos que seas un alienígena y no me  lo hayas dicho.
- Está usted un poco graciosillo demás, ¿no cree?
- Mmmm…No. – Kelly suspiró y me hizo reír. – No veo nada, de verdad.
- Graaacias. – estiró la palabra. Iba a separarse de mi, pero la agarré con fuerza.
- ¿Me das un beso? – daría lo que fuera por ver sus expresiones en ese momento y maldije el tener el antifaz puesto.
- Oh, claro.

Sentí como se acercaba a mis labios y su respiración chocaba contra ellos, pero en siquiera un pestañeo, sus labios rozaron mi mejilla, dejando un sonoro beso en ella.

- Ahí tienes tu beso. – y se separó de mi; escuché como se abrochaba el cinturón.
- Que sepas que esta me la pagas.
- Sssssh.

Quise replicarle, pero escogí callarme. No sé cuanto tiempo pasó mientras estábamos dentro del coche, pero me pareció eterno. Di gracias cuando por fin nos detuvimos. La puerta del lado izquierdo donde estaba Kelly se abrió y segundos después se abrió la mía.

- Venga, sal. – cogió mi mano y salí del coche. Empecé a caminar junto a ella, noté que su mano empezaba a estar algo sudada y su respiración se aceleraba con cada paso, me estaba empezando a preocupar.
- ¿No me vas a decir dónde estamos?
- No.
- ¿Por qué no?
- Ya lo verás, espera solo un momento.

Después de ese momento, atravesamos una puerta, que se cerró dejando escuchar un golpe fuerte.

- Cuidado con las escaleras. – me advirtió. Tanteé el suelo y bajé sin problemas los tres escalones. – Estaba bien, llegamos. Puedes sacarte el antifaz. – la última frase la escuché más lejana.

Hice lo que me dijo. Y tras un par de parpadeos para acostumbrarme a la luz tenue del lugar, me di cuenta de donde estábamos.

El estadio de patinaje sobre hielo, que también lo utilizaban para jugar al hockey, se encontraba ante mí. Comprendí entonces el motivo de porqué tenía que venir tan abrigado, lo cierto es que aquí dentro había bastante fresco.

De repente las luces se apagaron antes de encenderse un gran foco dando de lleno a Kelly. ¡Vaya! ¿Esa era mi Kelly? Llevaba un vestido azul de patinaje, junto sus patines. (http://www.polyvore.com/ill_try_anything_once/set?id=69603895)
Pude notar desde fuera de la pista de hielo lo nerviosa que estaba y lo agitada que era su respiración, ya que su pecho no paraba de subir y bajar a un ritmo nada normal. Quise ir hasta allí y pedirle por favor que parara, abrazarla; pero nada de esto fue posible, ya que ella extendió sus brazos y un piano empezó a sonar, reconocí la canción, era Imagine pero cantada por Avril Lavigne.

Entonces, ella comenzó a deslizarse sobre el hielo.


(Por favor, ver el vídeo entero antes de seguir leyendo)


Era completamente increíble, a medida que avanzaba la canción ella crecía más y más, llenando la pista por completo. Mi corazón se paraba en cada salto y no volvía a latir hasta que los patines volvían a tocar el hielo. Pero he de admitir que jamás, jamás habrá cosa más preciosa que la escena que estaba presenciando en ese momento. Creí que era imposible enamorarme todavía más de esta chica angelical que me robó el corazón, pero me equivocaba.

La canción acabó con ella en el suelo, y la luz volvió a ser la del principio.
Esperé a que se levantara y viniera junto a mí de nuevo, pero no lo hizo. Se sentó en el hielo abrazando sus rodillas y escuché sus sollozos.
Sin pensarlo, entré en la pista con cuidado de no caerme y al llegar a su lado me agaché poniéndome a su altura.

- Hey, Kelly…- toqué su brazo para que me viera, y cuando lo hizo pude ver sus preciosos ojos hinchados y rojos. – Ven aquí. – abrí los abrazos y ella se abrazó a mí. Esperé a que pudiera hablar mientras le acariciaba la espalda ligeramente desnuda, ya que el vestido no se la cubría toda. Noté como se separaba de mí, y la dejé ir. - ¿Estás mejor?
- S-si…- se limpió las lágrimas con las manos y esbozó una sonrisa de lado.
- Salgamos de la pista.

Me levanté y casi me caigo, pero ella me sujetó el brazo. Llegamos a las escaleras y se sacó los patines poniéndose de nuevo sus Converse.

- ¿Me pasas la sudadera que está debajo del abrigo? – levanté el largo abrigo y allí estaba una sudadera de cremallera y capucha de color gris, le ayudé a ponérsela y luego nos sentamos en las gradas.
- Kelly…-cogí sus manos. - Sabes qué no tenías por qué hacer eso, ¿verdad? – asintió débilmente.
- Quería hacerlo.
- ¿Tan malo fue? – negó esta vez y luego me sonrió con ganas.
- Fue estupendo, maravilloso, genial. Me había olvidado por completo de lo bien que me hacía sentir patinar, volví a sentirme libre.
- ¿Por qué llorabas entonces? – fruncí el ceño en confusión.
- Porque jamás creí poder ser capaz de hacer esto otra vez. Jamás creí tener la valentía necesaria para dejar el pasado a un lado. Pero saber que estabas ahí, me hizo sentir fuerte.
- Eres fuerte, Kelly. – esta vez sonreí yo, estaba completamente orgulloso de ella. Había superado su miedo a volver a patinar.
- ¿Te gustó? Ese fue el baile de la exhibición, cuando gané el campeonato junior mundial. No la había vuelto a practicar desde aquella vez, pero aun la recordaba.
- ¿Quieres saber si me gustó? No te puedes hacer una idea de cómo de nervioso me ponía cada vez que dabas un salto, ¡era insoportable! Pero fue lo más precioso que he visto nunca. Gracias por mostrarme esta parte de ti, sé el esfuerzo que supuso, y haber hecho esto para mí, significa muchísimo. – Kelly pasó sus brazos por mi cuello y me abrazó, puse las manos en cintura aferrándola con más fuerza.
- Tengo algo para ti. – dijo después de separarse. Se levantó en busca de su abrigo y rebuscó en el bolsillo mientras se volvía a sentar frente a mí. Sacó una pequeña caja roja con un lazo y la sostuvo es la palma de su mano. – Feliz cumpleaños, Harry.

Admitiré que me había olvidado por completo de mi cumpleaños. Ayer se me pasó por la mente cuando me desperté, pero se había esfumado intentando averiguar por qué tanta excusa para no vernos de Kelly. No quiero ni imaginar como de llenas estarán las menciones en Twitter y todos los mensajes y llamadas perdidas que debo de tener, menos mal que puse el móvil en silencio.

Cogí la cajita y deshice el lazo, cuando la abrí un colgante de plata con una figurita, un avión de papel colgando de la cadena, apareció ante mí.
Sonreí instantáneamente al recordar la mesa de la biblioteca llena de papeles de avión hechos por mí.

- ¿Te gusta? Lo vi en un escaparate y me acordé de ti.

Me puse el colgante al cuello y cogí la cara de Kelly entre mis manos, mirándola muy fijamente antes de bajar a sus labios y apoderarme de ellos. Mantuve un ritmo lento al principio, pero a medida que notaba que ella ponía más entusiasmo en el beso, aceleré. La necesitaba como respirar. Y sabía que ella no se hacía ni una idea del efecto que ejercía sobre mí. Tan inocente, tan delicada.

Paré el beso en busca de aire para ella y para mí y junté nuestras frentes.

- Es perfecto, Kelly, casi tanto como tú. – sus mejillas enrojecieron al instante y quise volver a besarla con ganas de nuevo, pero me controlé.
- ¿Nos vamos? La sorpresa de cumpleaños aun no ha acabado y tengo que ir a cambiarme a casa. – besé su frente y asentí.

Volvimos a ir en taxi hasta su casa, esta vez sin nada que me tapara los ojos, y con Kelly apoyando su cabeza sobre mi pecho.

Al llegar a su casa, cogió mi mano y subimos hasta su cuarto sin mirar atrás y muy deprisa. Dejó su abrigo sobre la silla de su escritorio y buscó en su armario hasta sacar un montoncito de ropa bien doblado.

- Tienes que ponerte esto. – colocó la ropa en mis manos y pude ver que eran unos vaqueros negros, una camiseta blanca y una americana gris. Era mi ropa.
- ¿Cómo tienes ropa mía aquí?
- Louis me la dio. – me dedicó una sonrisa y volvió a su armario, sacando un guardatrajes. – Voy a cambiarme al baño, tú puedes hacerlo aquí. – Y dicho eso, entró al baño que había dentro de su habitación, cerrando la puerta tras ella.

Me desvestí y vestí en unos cinco minutos. Fui hacia el espejo de cuerpo entero que tenía en una esquina y me arreglé el cuello de la americana, luego pasé las manos por mi pelo, posicionando mis rizos en su lugar correcto. Escuché como la puerta del baño se abría y giré la cabeza encontrándome con Kelly dentro de un vestido negro con un vuelo al final de color rosa (http://www.polyvore.com/happily_ever_after/set?id=69898595), bajé la vista hacia sus pies, los cuales estaban calzados por unos tacones negros, no demasiado altos, y que hacían que sus piernas parecieran casi kilométricas. Su pelo caía en ondas suaves sobre sus hombros y se había maquillado sin excesos, justo como a mi me gusta.

- ¿Harry? – una Kelly completamente vergonzosa hizo que despertara de mi trance.
- Perdón, me has dejado sin palabras. – el rubor en sus mejillas fue inminente.
- ¿Te gusta? Sarah escogió el vestido, yo no estaba muy de acuerdo, y los tacones son suyos…- No me miraba a los ojos, jugaba con sus manos mientras mordía su labio inferior nerviosamente. Me acerqué a ella y tomé su mano, levantándola para que diera una vuelta a su alrededor, haciendo que el vestido volara con ella.
La abracé y pegué mis labios a su oído.  – Estás preciosa.

Sentí el escalofrío que recorrió su cuerpo y sonreí satisfecho del efecto que producía sobre ella. Me aparté un poco y dejé un pequeño beso en sus labios brillantes a causa del gloss rosa que seguramente se pusiera en el baño.

- Mmmm…Sabes a fresas…Me gusta. – escuché su adorable risa. – Y bueno, ¿A dónde me quieres llevar para que te pongas tan guapa?
- Es una sorpresa.
- ¿Otra más? – bufé, creo que empezaba a descubrir que no me gustaban demasiado las sorpresas, me ponía histérico no saber nada. Aunque verla sobre la pista de hielo, fue más que una grata sorpresa.
- No te quejes, tú siempre apareces de la nada sorprendiéndome, ahora déjame a mí. – me gustó como sonó su voz, tan decidida.
- Está bien, está bien. – levanté las manos expresando rendimiento.

Volvíamos a encontrarnos dentro del taxi. ¿Es qué el conductor no se cansa de nosotros? Detuve el camino de mis caricias sobre el suave brazo desnudo de Kelly al darme cuenta de que el trayecto me era terriblemente familiar.

- ¿Estamos yendo a mi casa? – Kelly levantó su cabeza para mirarme, y pude notar algo de molestia en ese movimiento, como ese sentimiento de cuando alguien te despierta de un hermoso sueño.
- Mmmm…Oh, sí. Eleanor me pidió que le llevara un libro a Louis que quería leer y yo tenía.
- ¿Y tenía que ser ahora?
- ¿Por qué no? – ella se encogió de hombros y acarició con su mejilla el hueco de mi hombro.

Llegamos hasta mi casa y salimos del coche. Caminamos hasta la puerta, donde Kelly tocó el timbre, pero no se escuchaba  nada del otro lado  indicando que venían a abrir la puerta. Me fijé entonces que Kelly no llevaba ningún libro con ella, y justo iba a preguntarle, cuando habló:

- ¿No tienes tu llave? – Asentí y saqué mis llaves del bolsillo, introducí la indicada en la cerradura y abrí la puerta.

Entramos y todas las luces estaban apagadas. Supuse que Lou había salido, pero escuchamos un ruido proveniente del salón.

- ¿Has oído eso? – preguntó Kelly.
- Si, viene del salón, vamos a ver.

Cogí su mano y al llegar al salón palpé la pared hasta encontrar el interruptor, cuando lo localicé, encendí la luz.

- ¡Sorpresaaaa!

El salón estaba lleno de gente, reconocí muchas caras, estaban los chicos, Danielle, Eleanor…Vaya, estaban todos mis amigos. Una felicidad acudió rápidamente a mi. Kelly estrechó mi mano para que la viera, entonces me abrazó.

- Feliz cumpleaños, Harry, de nuevo.


K

La fiesta sorpresa de cumpleaños para Harry estaba siendo un completo éxito. Louis había organizado todo muy bien, y sin levantar sospecha alguna, aunque me otorgo parte de ese logro. Conseguí mantener a Harry durante toda la tarde fuera de casa sin sospechas o presentimientos.

Louis había apartado los muebles del salón dando espacio para la mesa donde un DJ estaba poniendo la música, todo estaba decorado para que pareciera una auténtica pista de baile, y la gente parecía divertirse.

Ahora Harry estaba hablando con un chico, me sonaba su cara de verlo en la televisión, creo. Yo estaba apoyada sobre la pared observándolo y de vez en cuando echando un ojo a las personas que había por allí. Liam bailaba con Danielle cogida por la cintura, y Louis estaba haciendo movimientos raros mientras Eleanor no paraba de reír, Niall estaba charlando con Sarah en el sofá, siendo una pareja adorable.

Un hombro chocó contra mí y me di la vuelta para encontrarme con los ojos marrones de Zayn.

- ¡Kelly, hola!
- Hola Zayn, ¿estás solo? – por la espalda de Zayn apareció Taylor.
- Cariño…- empezó a decir sin darse cuenta de que estaba allí, luego me vio.
- ¡Kelly! – saltó a abrazarme, se separó de mi con una sonrisa en los labios, y enganchó su brazo con el de Zayn. Iba a decir algo, cuando unos brazos me agarraron por la cintura haciéndome chocar contra su pecho. Apoyó su mentón en mi hombro e inhalé su olor un poco cargado de alcohol.
- Malik, Taylor, ¿os importa que os robe a esta chica un momento?
- Claro que no, bro. ¿Tay, te apetece bailar? – Taylor asintió y vi como se iban hacia la pista cogidos de la mano. Eso me hizo sonreír.
- Ven conmigo. – susurró Harry en mi oído.

(Pls, darle al play ahora)


Atravesamos a toda la gente que bailaba por todas partes al ritmo de la música demasiado movida, para mi gusto, y llegamos a una puerta de cristal que daba al jardín de la parte de atrás.

- ¿Qué hacemos aquí Harry?
- Sssssh. – puso un dedo sobre mis labios, callándome.

Volvió a pasar sus manos por mi cintura y me acercó a él, obligándome a poner mis brazos alrededor de su cuello. Sus ojos brillaban con una intensidad increíble, y sus mejillas estaban muy rojas.

- ¿Estás borracho? – me regaló una sonrisa inocente.
- Solo un poquito, sé lo que estoy haciendo, y sé que podré acordarme de todo mañana.
- ¿Y por qué estamos en el jardín?
- Porque quiero bailar contigo, solo contigo.

Mi subconsciente rodó los ojos ante la música que estaba sonando, era música para bailar, pero yo no sabía bailar como lo hacían todas las chicas de ahí adentro, me moría de vergüenza. Entonces una canción, demasiado conocida para mi, empezó a sonar desde el interior de la casa.

- Kiss me. – susurré el nombre de la canción.
- Se la pedí al DJ para ti. Ahora baila conmigo.
- No sé bailar Harry. – fruncí el ceño.
- Oh, claro que sabes.

Me pegó contra su pecho y empezó a moverme con él a un ritmo muy lento, nos balanceaba de un lado a otro tan armoniosamente que creí estar flotando en el aire. Apoyé mi cabeza en su pecho y dejé que me meciera mientras susurraba la canción solo para mí.

- Te quiero. – las palabras salieron de mi boca sin ser pensadas, fue un impulso cargado de sentimientos.
- Yo también te quiero. – respondió él en una pausa de la letra de la canción.

Y quise que jamás terminara ese momento. Porque me sentía completa e irrevocablemente feliz entre sus brazos. Lo quería a mi lado siempre.













Yo sé que en el fondo queréis que muera sangrientamente por tardar tanto en subir, lo sé porque yo también quiero matarme.

Sabéis que os quiero, ¿verdad? ¡Claro que lo sabéis! ¿Como no podría querer a mis preciosas lectoras?

También adoro cada uno de vuestros comentarios que me hacen sonreír como nadie y me ayudan a querer seguir escribiendo. 

Os amo, chicas.

PD: *juro que ya me voy* Recordar votar el capítulo por ahí abajo para que más o menos sepa cuanta gente lee y saber si os gusta o no, ¡no cuesta nada! Muchas gracias a todas.