sábado, 26 de mayo de 2012

Capítulo 6.


- Sarah, Sarah, ¡Sarah!
- ¡Qué!
- Deja de buscar ropa en mi armario, no voy a ir. ¿Entiendes? No. – Sarah se acercó a mí y me miró a los ojos.
- Escúchame. Muy bien. Vas a ir. – se volvió a girar y siguió con su búsqueda.
- Agggg. – me tiré en cama y me tapé la cara con la almohada ahogando un grito. – No entiendo porque quieres mandarme a junto de ese. ¿Qué es lo que le ves?
- Que le gustas. – suspiré. – Kelly, ¿sabes cual fue la última vez que tuviste una cita?
- Mmmmm...
- ¡Exacto! No te acuerdas, porque fue hace mil años.
- No soy tan vieja.
- ¡Calla! – me tiró una camiseta a la cabeza. – ¿Por qué no intentas ir y simplemente divertirte?  No es tan difícil, solo deja de ser tan borde.
- Con ese no me divertiría en la vida. Y soy borde con quien quiero.
-  ¡Pues no lo seas con él! ¿Qué tal esta camiseta y este pantalón? – me enseñó un top de asas y unos vaqueros claros.
- Sarah, estás loca. No pienso llevar esa camiseta, estamos en invierno ¿sabes? Hay frío.
- ¡¿Y qué quieres ponerte?! – me levanté de cama y fui directa a una percha del armario.
- Esto. – cogí la sudadera azul marina con las letras de mi instituto.
- ¿En serio? ¿Piensas llevar una sudadera?
- Si, el vaquero que me escogiste y las Converse blancas. Y ya está.
- ¿Es qué no quieres ni impresionarle un poquito?
- Pues la verdad es que...no. – me puse los vaqueros y la sudadera y entré en el baño para peinarme, al salir me senté en el borde de la cama y me até los cordones. – Tú dices que le gusto, ¿no? – yo no creo en ello. – Pues si le gusto de verdad, tiene que darle igual que ropa lleve.
- Bueno...- suspiró. – en eso tienes razón, pero...
- Pero nada, o voy así, o no voy. Y créeme en que no tengo ninguna queja si no te gusta como voy vestida. En cama se está bien.
- ¡No! Tendré que conformarme, aunque un día vendrás pidiéndome que te vista como es debido para impresionarle.
- No te vayas a hacer muchas esperanzas eh...
- Sssssh. Venga, vámonos que llegamos tarde.

Sarah me acompañó hasta el sitio donde nos “conociéramos”, porque más bien  nos encontramos, o nos chocamos. Pero no nos conocimos.

- Yo me voy, ya. Pero ni se te ocurra moverte de aquí hasta que el venga.
- ¿Y si no viene? ¿Y si hasta dentro de ocho años no lo miro? ¿Lo espero hasta entonces?
- Tonta. Vendrá y punto. Pórtate bien, que nos conocemos. Sé buena. ¿Vale?
- Vale.
- Pues adiós, mañana me cuentas. – me abrazó y se fue.

Y ahora estaba aquí, esperando al chico este. ¿En serio le acabo de llamar chico? Al tío este. Estoy por irme, de verdad que si. Yo no quiero pasar tiempo con él, claro que no quiero. Aggg.

Eran las cinco y diez. Por encima se retrasaba. Esto ya era el colmo. Solo esperaré dos minutos más, y me iré. No pienso pasarme aquí una tarde esperando por el señorito, me inventaré la ci...la tarde con él, y así Sarah quedará contenta.

Mis ojos pasean de un lado a otro, hasta que se posan en un coche enorme y negro que acaba de aparcar en la cera. De pronto, se baja la ventanilla trasera y una mano sale de ella, empieza a mover un dedo en señal de acercamiento.

Me acerqué lentamente hasta al coche, sin saber bien porque lo hacía. Cuando estaba ya frente a él, la puerta se abrió, y en un movimiento rápido, la mano de antes agarró mi brazo y tiró de mí hacia el interior del vehículo. Arrancó, y mi primera reacción fue gritar, pero noté el tacto cálido de una mano sobre mi boca, y no me quedó otro remedio que empezar a dar patadas para que ese individuo que me agarraba me soltara.

- ¡Para, para! ¡Soy yo, soy yo! ¡Mírame, soy Harry! – en ese momento me soltó, pero le propiné una patada en la pierna. - ¡Ah! ¡Ya basta! – lo miré, y poco a poco me fui dando cuenta de la situación y mis ojos se abrieron como platos, mi mano actuó sola y fue directa al brazo de él, pegándole más fuerte que antes, con rabia.
- ¡¿Se puede saber qué haces?!
- Meterte dentro del coche. – dijo con reproche en su voz mientras se frotaba el brazo.
- ¡¿Y no puedes decirme que entre?! ¡No, claro que no, el señorito me tiene que hacer entrar a la fuerza!
- Es que no quería que nadie nos viera.
- ¡¿Pero qué más da?! – Iba a hablar, pero le interrumpí – Da igual. – me giré y miré por la venta, tenía los cristales tintados, pero desde dentro si se podía ver lo de fuera.
Miraba los coches pasar de largo y tomar curvas, personas solitarias, parejas, familias, cafeterías, tiendas cerradas, heladerías; así pasaban las calles, una tras o otra, en silencio. - ¿A dónde vamos? – no quité la vista de la ventana, pero él si giró a verme. Noté sus ojos sobre mi cabeza.
- A un sitio seguro. – no me esperaba una respuesta así.
- ¿Falta mucho?
- No, ya estamos llegando.

Volví a sumergirme en el otro lado del cristal tintado, ahora me distraía contando cuanta gente llevaba una prenda de vestir roja. Siempre jugaba a eso, escogía un color y numeraba la gente que llevaba ropa de ese mismo. Me hacía gracia porque pensaba que todas aquellas personas, esa mañana había decidido ese color por alguna razón, y de ese modo, sin ellos saberlo, estaban conectadas por una estúpida coincidencia.

El coche se frenó por un momento, y al pasar de largo vi como unas grandes rejas se abrían, dándonos paso, hacia una urbanización entera. Aquello estaba lleno de casas gigantes y lujosas, cada una tenía un jardín enorme, y no le faltaba su piscina. Era ese tipo de sitio que solo se ve en las películas. Como miles de castillos esperando a su princesa.

- Llegamos. – y en ese momento me giré hacia Harry, me sonrió por un momento, yo no le respondí la sonrisa, me limité a mirarlo con indiferencia. – Paul, puedes llevarte el coche hasta las...- miró hacia el reloj que se posaba sobre su muñeca. - ...hasta las ocho y cuarto.
- Está bien.

No me había dado cuenta de que si Harry estaba sentado conmigo en los asientos traseros, alguien tenía que estar conduciendo, Paul había dicho. Me quedé mirando la amplia espalda de aquel hombre desconocido y este me vio a través del espejo retrovisor, me intimidó, fue solo un segundo, porque fui sorprendida al ver la puerta abrirse y a Harry mirándome a los ojos. Salí de allí y él cerró la puerta tras de mi.

Inspeccioné aquel lugar con la mirada, desde luego, nunca había visto nada igual. Era precioso y a la vez demasiado irreal.

- ¿Vamos? – me miró fijo por segunda vez en el día.
- ¿A dónde? – en realidad, quería saber a donde no me iba a llevar, porque después de traerme hasta aquí, no puedo esperar nada más deslumbrante.
- Mi casa está ahí al lado, al girar la esquina ¿damos un paseo?

No dije nada, simplemente empecé a caminar a su lado, miraba al suelo, miraba a las grandes casas, mansiones, palacios o como se llamen. Todas tenían un acabado distinto, una personalidad distinta. Por un momento tuve la sensación de que eran personas, pertenecientes a la realeza, todas iguales, todas igual de importantes, pero con distintos trajes y vestidos.

- ¿Te gusta este sitio? – la voz de Harry me sacó de mi imaginación.
- Es precioso. No sabía de su existencia.
- Es un sitio especial, seguro. Es...por así decirlo...un pueblo privado.
- ¿Pueblo privado? – esbozó una sonrisa.
- Si. Hay mucha seguridad, nos mantienen bien a salvo.
- ¿A salvo? ¿Al salvo de quién? ¿Ladrones?
- Además de ellos, pues...paparazzis y fans.
- ¿Fans? – entonces caí en la cuenta, volvía al mismo juego. - ¡Oh, cierto! Se me olvidaba que eras una estrella del pop. – rodé los ojos y el se rió.
- ¿Por qué no me crees? ¿Es qué acaso no soy el prototipo de estrella de pop?
- No. – declaré firmemente.
- Oh, ¿debo sentirme alagado? ¿Quieres decir que parezco un chico normal?
- No, quiero decir que pareces un chico idiota.
- ¿Idiota? ¿Por qué? – bufé.
- ¿En serio lo preguntas? Te crees genial, ¡te crees una estrella del pop! Tienes un problema grave. – estalló en una carcajada y yo solo puse los ojos en blanco y esperé a que pudiera volver a respirar.
- Oh...jaja...está bien....Mira, ya llegamos.

Estábamos frente a una de esas grandes casas, una de las tantas. En realidad era como un chalet pero muchísimo más grande. Las paredes eran en piedra gris, y la casa parecía dividirse en dos grandes bloques, el primero, que contenía la puerta principal tenía en cima un gran ventanal con forma de semicírculo, esa parte se extendía a lo ancho y hacia el lado izquierdo, que era la segunda parte de la casa, donde estaba el garaje, que por la inmensidad de la puerta, debía ser enorme.
Lo demás era jardín, en la entrada y detrás, o eso parecía. El chalet grande/mansión pequeña te daba la bienvenida a ella con dos caminos asfaltados, uno hacia el garaje y otro hasta la puerta.

- ¿Entramos? – salí de mi descripción mental para mirarlo y leer su pregunta mil veces en mi cabeza, analizándola.
- ¡¿Qué?! ¡No pienso entrar en tu casa!
- ¿Por qué?
- Porque no.
- Bueno...pues por lo menos nos sentamos en las escaleras de la puerta. No nos vamos a pasar la tarde de pie. – no dije nada y el lo tomo como una aceptación a su propuesta, se acercó a la casa mientras yo le seguía distraídamente intentando contar cuantas clases de flores distintas había en el pequeño jardín delantero. Me paré y miré hacia abajo, allí estaba él sonriéndome desde el peldaño, me dejó hueco y me indicó que me sentara. – Y bien...- ahora mi mirada fue fija a una fila de hormigas metiéndose en un huequito entre la hierba. - ¿Qué miras?
- Nada en especial. – mi cabeza se guío hasta él que me miraba curioso, esboce una sonrisa más parecida a un gesto de indiferencia. - ¿Vives aquí?
- Si.
- Es bonito, el sitio, tu casa...
- Lo sé, a mi también me gusta. – silencio.
- Por qué.
- ¿Perdona? – no entendía porque le había espetado aquella frase sin venir a cuento.
- Digo que por qué.
- ¿Por qué, qué?
- ¿Por qué me has traído hasta aquí?
- Ya te lo he dicho, es un lugar seguro, aquí nadie nos puede ver. – no entendía porque no nos podía ver la gente, aunque, para ser sincera, yo tampoco quería que me vieran con él, me resultaba demasiado idiota y niño pijo. – Además de ser seguro, me gusta porque me siento bien, aislado, puedo ser yo, y no otro.
- ¿Quién no quieres ser? – le dio vueltas a mi pregunta.
- No quiero ser yo. A veces, quiero ser cualquiera.
- Pensaba que te gustabas, se te nota, tienes el ego muy subido. – rió.
- Creo que es algo bueno, ¿a caso está  bien tener la autoestima baja?
- No, pero tampoco tan alta. No puedes ir por ahí creyéndote mejor que otros solo porque tu ego te lo permite.
- Créeme que no lo hago. Y si esa es la primera sensación que has tenido de mi, siento decirte que te equivocas mucho, para nada me creo mejor que los demás, al contrario. No me conoces.
- No, no te conozco. – las hormigas habían desaparecido mientras el cielo se teñía de gris.
- Ni yo a ti. ¿Cómo eres, Kelly? – cambié mis pensamientos vacíos completamente y me acordé, me acordé de que sabía mi nombre, y me acordé de que no sabía el porque de ese hecho.
- ¿Cómo sabes mi nombre? – escuché su risa.
- Pensaba que nunca llegarías a hacer esa pregunta. – volvió a reír. – Me hizo gracia que no te dieras cuenta de que lo sabía. Pero no creas que fue tan difícil averiguarlo para ser tú la reina de Narnia, deberías ser más astuta al querer ocultar información tuya. – y otra vez su risa.
- Dime como lo hiciste.
- El WhatsApp. Sale tu nombre. – yo es que era retrasada. ¡Pues claro! Kelly, eres gilipollas. Harry se empezó a reír al ver mi reacción. - ¡Traaaanquila! Si no pasa nada, por lo menos sé como puedo llamarte. Si no te gusta tu nombre puedo llamarte K, aunque me parece más bonito Kelly, pero como prefieras.
- Eres odioso eh. – una gota cayó en la punta de mi nariz, seguida de otra y otra más.
- ¿Qué tal si entramos? – lo miré mal. – Nos vamos a empapar. Entramos y le digo a Paul que nos venga a buscar ya. ¿Si?
- Está bien...

Nos levantamos y el sacó de su bolsillo las llaves, buscó la indicada y abrió la puerta.

- Louis, estoy en casa. – dijo sonoramente mientras me guiaba a través del pasillo hasta llegar a un amplio salón, donde se encontraba la figura de una persona que sostenía una revista delante de su cara con el rostro de Harry.
- Hola soy Harry Styles y soy el hombre más sexy del mundo, aunque en realidad sé que no hay nadie más guapo que Louis. – habló la persona que se escondía detrás de la revista con voz aguda y forzada intentando imitar a una niña. Apartó la revista de su cara, descubriéndose. Lo analicé en segundos: ojos azules tremendamente impactantes, pelo claro alborotado sobre la frente y una sonrisa graciosa. Su mirada iba directamente a la de Harry pero cambió su dirección para mirarme a mi, entonces su expresión se desvió. - ¿Quién es?
- Oh, es Kelly una...- me miró indeciso por un momento. – persona en proceso de conocer.
- ¡Entonces es alguien especial! – se levantó del sofá donde estaba tumbado y se acercó a mi rápidamente para darme dos besos sin que a mi me diera tiempo a moverme. – Yo soy Louis, Louis Tomlinson, Lou para los amigos.
- Ho-hola. – no dejaba de sonreírme y eso me hacía gracia, el entero me hacía gracia, era muy guapo y eso me recordó al otro amigo de Harry, el que estaba en Nando’s cenando, el rubito de la piel clara, también era guapísimo. Reí.
- Lou, no la asustes anda.
- ¡No la asusto! Si le caigo muy bien ¿verdad? – seguía sin poder moverme, me sentía extraña. – Eso es un si.
- Eso es un 'déjame en paz, pesado'.
- ¿Cóooooooomo? Kelly, dile que me amas y que tiene envidia de que a él no. – le acusaba con el dedo como un niño pequeño, no pude retener más la carcajada que me reservaba. Harry se giró hacia mi, puede que porque en toda la tarde no había sonreído ni una sola vez. - ¿Ves? ¡Le gusto!
- Calla. – le tiró un cojín mientras tecleaba en su móvil. – Paul viene ahora.
- Vale. – Louis se sentó de nuevo en el sofá.
- ¿Quieres tomar algo?
- Eh...no.
- Kelly, ven siéntate. – me llamó Louis indicándome que me sentara a su lado. Me acerqué insegura y me senté. – Y bueno, cuéntame. ¿Qué es lo que tienes con mi novio? – abrí los ojos como platos.
- ¡Lou!
- ¿Qué pasa? Es mejor que sepa desde el principio que eres mío. – no entendía nada.
- Kelly, no le hagas caso. Él tiene novia.
- Por la que te abandoné al no reconocer que eres un gay perdido y que estás enamorado de mí. – me empecé a reír, no tenía sentido. Timbraron al timbre.
- Es Paul, ¿nos vamos?
- Vale. – me levanté y seguí a Harry.
- ¡Adiós Kelly, espero volverte a ver! – gritó Louis desde el salón.
- Ven. – Harry abrió un paraguas y me cobijó en él, ahora llovía con más fuerza. Cuando llegamos al coche me abrió la puerta y cerró el paraguas.

Estuvimos todo el camino de vuelta en silencio hasta llegar a mi casa.

- Bueno, ya estamos aquí.
- Si...-abrí la puerta del coche.
- Te veré pronto. – lo afirmó. – Adiós, Kelly.
- Adiós, Harry.